Juglaresas, María Pérez "La Balteira"
En nuestra primera clase hablé acerca de la pantomima y las mimas, actrices de gesto, en la etapa de romanización de la península.
Al descomponerse el Imperio romano, se abre el período denominado Edad Media que comprendería desde el siglo V hasta el siglo XV, en el que la llegada a América y el comienzo del Renacimiento marcarían su final.
Nuestro territorio es ahora cristiano, excepto en los reinos todavía musulmanes, y la escenificación teatral tendría dos manifestaciones: la religiosa y la profana. El doctor en literatura comparada Enrique Banús ha publicado un análisis acerca de las diferentes teorías sobre el origen de las representaciones religiosas. Para algunos, la Iglesia habría tomado de la tradición grecolatina la idea de usar el teatro como forma de mostrar al pueblo, de una manera plástica, la grandeza de Dios. Para otros, el teatro religioso medieval comenzó de manera sencilla escenificando algunas escenas bíblicas: el nacimiento de Cristo, la Anunciación, etc. Y desde el interior de la Iglesia, necesitando cada vez más espacio e incorporando más complejidad, habría salido al pórtico y de ahí a la plaza del pueblo.
Hoy en día es posible asistir, gracias a la labor de recuperación, a alguna de aquellas celebraciones en recreaciones, por así decir, de época en nuestras bellísimas catedrales e iglesias: el Auto de los Reyes Magos que tiene su origen en 1150 y El canto de la Sibila, Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por las UNESCO, que se representa en la Misa del gallo. Desde al menos el año 960 se tiene constancia de esta obra.
La Iglesia siempre estuvo atenta a que estas representaciones se atuvieran a su significado y en ocasiones, llamaba a corregir lo que consideraba excesos impropios de una escena cristiana.
En lo que se refiere al teatro profano, y citando de nuevo al profesor e investigador Enrique Banús, las opiniones de los especialistas continúan en desacuerdo. Para unos, el teatro profano tendría su origen en la continuación natural de la salida a las plazas y a las calles del religioso, sería una derivación; y para otros no procedería de la Iglesia, más bien estaría unido al griego y latino a través de juglares y juglaresas. Ellos serían quienes habrían establecido un puente desde el mundo antiguo al Renacimiento.
En este teatro profano, se incluiría el denominado aristocrático: las celebraciones en las casas señoriales de unos entretenimientos llamados momos, en los que participaban desde el criado a la señora, disfrazándose, danzando, cantando y representando farsas sobre temas de su interés, el fallecimiento de un rey por ejemplo o quizá algunos mitos de los que se tenía conocimiento general. Además, habría que añadir los espectáculos de calle con los que las ciudades o poblaciones agasajaban la visita de un rey o el nacimiento de un heredero.
En lo que se refiere a los juglares, y el motivo en concreto de nuestro curso, las juglaresas, las fuentes siguen poco investigadas.
El profesor Francisco Rico en un ciclo de conferencias para la Fundación Juan March, sobre el origen de la literatura española, llamaba la atención sobre la peculiaridad de que ninguna otra tradición tiene tantas representaciones de juglaresas en sus manuscritos medievales.
Estas mujeres cantaban, danzaban, tocaban instrumentos y escenificaban, según Rico, en su mayoría cantigas de amigo que junto a las de amor eran las más numerosas. Mucho más que las de escarnio y maldecir.
De la popularidad de estas canciones es un ejemplo, una anécdota recogida en 1214, en un sermón, en el que se tiene constancia de la amonestación de un sacerdote a sus feligreses acerca de la canción más popular de aquel tiempo, La bella Elis.
Por la mañana se levanta la bella Elisse arregló biense vistió mejor..
De todas las juglaresas de que las existe algún tipo de certeza, la más conocida es María Pérez, La Balteria. Nacida en Betanzos aunque se desconoce la fecha y de la que hacía los años 60 del siglo XIII se carece de más datos.
Su origen de buena familia, los padres eran comerciantes de paños, añade incertidumbre a cómo se hizo juglaresa y todo lo que se sabe de ella está documentado principalmente por dos fuentes: su donación al Monasterio de Santa María de Sobrado dos Monxes en 1257 a cambio de una renta como “familiar y amiga” y haber sido cantada por ocho trovadores, compositores que sabían leer y escribir o bien de origen noble o eclesial; en 16 cantigas que fueron referenciadas por el gran filólogo Ramón Menéndez Pidal.
María Pérez quizá se uniera a un grupo de juglares que conoció muy joven en su pueblo y se tiene constancia de su presencia en la corte de Fernando III de Castilla. Se canta su afición a jugar a los dados, su mal perder y cómo reta a los arqueros en el tiro.
En este tiempo, los juglares no podían permanecer más de dos días junto a los señores, para no distraerles de sus obligaciones, y aunque la corte era el mejor destino posible, en donde se les alojaba y podían obtener mejores pagos, tenían que ir y venir por diferentes lugares.
En la vida de María Pérez hay dos hechos singulares, peregrina a Tierra Santa con el abad Pero Garcia d'Ambroa, y esto sería la causa de ceder sus bienes al Monasterio, en previsión de no regresar y si lo conseguía, que a su vuelta se le entregara una renta con la que tendría una seguridad garantizada como sustento.
Una cantiga de Pero da Ponte se burla de esta peregrinación por lo que sería necesario una mejor investigación acerca de la realización de este viaje.
El segundo hecho singular es su intervención, a favor de Alfonso X, en las revueltas de Granada, en las que nobles cristianos se habrían unido a los musulmanes. En una suerte de espía de la época, se exhibiría ante los hermanos Escaliola, los caudillos árabes y según afirma una cantiga, sedujo a uno de ellos.
Ya sabíamos que la Balteira tenía potestad de excomulgar, pues desde tiempos del Rey excolmulgó a muchos que le pagaron muy bien por ello; pero ahora buscó a un patriarca Fí de Escaliola, el cual recibe de La Meca este poder de soltar y absolver, y ella dice que el poder que Dios otorgó a Roma no vale nada. Cantiga 425 - R. Menéndez Pidal, Poesía juglaresca y juglares
Una novela ha fabulado sobre los últimos días de María Pérez, a falta de más datos sobre cómo finalizó su vida. En La juglaresa de la escritora María López Villarquide, La Balteria abandona su vida itinerante y se retira a Betanzos en donde termina tranquilamente sus días gracias a la renta que le pagarían los monjes del monasterio de Sobrado.
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