Romanticismo - Don Juan Tenorio - Declamación por Matilde Díaz y Teodora Lamadrid - Un nuevo tiempo para las actrices

 


En nuestras dos últimas clases de diciembre, continuamos, tras la Ilustración, con el período denominado Romanticismo y que en España fue muy breve y sin que hasta el momento, dada la continua aportación de los investigadores a la material teatral, se tengan más producciones dramáticas de cierta relevancia que Don Álvaro y la Fuerza del sino del Duque de Rivas (Ángel Saavedra) y Don Juan Tenorio de José Zorrilla.

Del donjuan, tal y como se comentó en el aula, es anacrónico abordarlo con seriedad y es inevitable hacerlo con humor. "Un personaje en crisis del que estamos hoy en día alejados", Alberto Romero Ferrer.

El Romanticismo, ha afirmado el profesor y crítico, Jorge Urrutia Gómez, apenas fue más allá de lo estético sin que hubiera la oportunidad, en la España de primeros del siglo XIX, de profundizar y asumir el cuestionamiento de un mundo dislocado entre la nueva visión de la Ilustración y las estructuras sociales y de poder ya obsoletas en las que se continuaba viviendo.

"Los ideales románticos de libertad para acabar con el absolutismo político, la religión, el sistema social jerárquico con el fin de expresarse, disponer de sí mismo y crear un orden nuevo en el que se deseaba vivir", en palabras de Jorge Urrutia, producen en la España teatral romántica, una versión singular: donjuanes libres para retarse entre ellos a matar hombres, engañar mujeres y seducir menores encerradas en conventos. El romanticismo en España, si fue algo, apenas fue estético, Jorge Urrutia. 

El autor de esta obra, José Zorrilla, refleja en su propia biografía, la superficialidad del romanticismo en su tiempo y el conflicto que este "nuevo concepto del mundo" provocó en sus vidas: "los liberales españoles nunca cuestionaron ni aspectos religiosos, ni organización social, ni el concepto del Estado. Cuando una vez lo hicieron, en 1868, rápidamente dieron marcha atrás", Urrutia Gómez. 

Si bien en la vida de Moratín se encuentran las mismas contradicciones, escribió una obra que denunciaba los matrimonios desiguales por dinero, El sí de las niñas, un éxito arrollador en su tiempo, que hizo acudir a las mujeres al teatro en masa porque se identificaron con ella. Una obra que como en otros autores, hay que separar de la biografía del escritor. 

José Zorrilla, por su parte, probó suerte en Cuba con en el tráfico de esclavos en el seno de un movimiento, el romanticismo, que esgrimía el yo y la libertad frente a los absolutismos y las tiranías de cualquier clase.

En lo que se refiere a las actrices, el siglo XIX marcará un gran cambio en el ejercicio de su profesión. En 1874 y tras Matilde Díaz, Teodora Lamadrid impartió la asignatura de Declamación en el Conservatorio de Madrid. Fue el primer paso, tras el intento de Pedro Olavide en Sevilla, para abandonar la formación en familia, gremial, y hacerlo académicamente.

Tras los períodos de la Ilustración y el Romanticismo, los historiadores denominaron a la siguiente etapa, Realismo y en ella, que sí caló profundamente en su tiempo, el teatro floreció de nuevo en múltiples géneros. 

Por un lado, las mejoras técnicas: iluminación, construcción en hierro, transportes; la nueva clase social, la burguesía y el crecimiento de las grandes ciudades ensancharon el público que continuaba teniendo, hasta la llegada del cine, como único gran entretenimiento el teatro. Y en sintonía con todos estos cambios, empresarios y autores propusieron todo tipo de espectáculos. El teatro era un gran negocio y atraía talento en múltiples áreas: músicos, compositores, hombres de negocio, escritores, arquitectos, sastres, etc. 

La fragmentación de la oferta fue inmensa, aunque hubo tres grandes corrientes. El género musical, en el que se incluyó la ópera, la prolongación del salón aristocrático, en donde ver y ser visto, el lugar de encuentro de las clases altas; la Zarzuela, genuinamente española, pero que en un principio era demasiado larga, cuatro horas, y demasiado cara más allá de la clase burguesa. 

Dos aspectos inciden en que los empresarios teatrales remodelaran y propiciaran la edad de oro de la zarzuela que declinará ya en 1950: la regulación de horarios laborales y el abaratamiento de la entrada. 

Quienes se ganaban la vida trabajando en jornadas de diez y doce horas diarias disponían de un tiempo limitado y unos recursos muy limitados para asistir a un espectáculo teatral. Las políticas de reducción de jornada laboral también contribuyeron al éxito de los espectáculos teatrales, al igual que las mejoras en el transporte: los tranvías, a precios asequibles.  


Para hacer que la zarzuela llegara a los grandes públicos, los empresarios la acortaron, redujeron el elenco y ofrecieron precios más populares. El éxito fue arrollador. En una clase anterior, ya hablamos acerca de Calderón como iniciador del género. 

Y durante nuestra visita a la exposición de La Zarzuela, patrimonio de la Hispanidad. Crónica cantada de nuestra vida en el Centro Cultural de la Villa Fernán Gómez, la permanencia en cartel de algunas de ellas aún asombran. En Madrid, en un año, La corte del Faraón se representó mil veces. 

La segunda corriente, el teatro de verso, tenía cada vez menos público, se había estancando intentando ofrecer sólo a determinadas clases, obras acartonadas, melodramáticas y muy alejada de las inquietudes de la burguesía. Benito Pérez Galdós, lo comprendió muy pronto: “la renovación del teatro va por detrás de la novela, hay que ponerse al día, dejar los melodramas románticos, la gente quiere naturalidad, representaciones sencillas y verdaderas de la vida humana”.

En este contexto, se entiende mejor el Premio Nobel de Literatura concedido en 1904 a José María Waldo Echegaray y Eizaguirre (1832-1916). 

El teatro de Echegaray, tal y como expliqué en el curso que impartí, Premios Nobel de Literatura también en la UP Miguel Delibes (Alcobendas) se había traducido al sueco y se había representado en Suecia. Era conocido por los académicos y al llevarse del español a otra lengua, había eliminado el ripio de sus versos. Echegaray “se dirigía a las clases medias, cuyas aspiraciones no se veían reflejadas en las oportunidades de ascenso social”. Edgar Samper, Universidad Jean Monnet (Francia).

La corriente más popular, la que prueba todo tipo de formatos y fórmulas, dio lugar al teatro por horas, "y sólo tuvo competencia en el teatro de variedades", Antonio Castro, historiador. En estas representaciones surgirán nuevas reinas de la escena: desde cupletistas a vedetes y sicalípticas. 

Cerramos nuestra clase, hablando de la Reina del Teatro por horas, Loreto Prado, una de las actrices más queridas de todos los tiempos. La única actriz que en Madrid tiene un monumento (en la Plaza de Chamberí). Antonio Castro ha escrito una biografía sobre Loreto que puede leerse en descarga libre aquí, ya que sus editores, la Academia de las Artes Escénicas ofrece generosamente en abierto todas sus publicaciones. 



UP Miguel Delibes - Alcobendas

Ser actriz en el Madrid Teatral- Del 7 de octubre al 3 de febrero.

Profesora, Maribel Orgaz

El curso está completo











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